Arnaldus de Villa Nova (denominado también: Arnaldus de Villanueva, Arnaldus Villanovanus, Arnaoult de Ville-Neuve (en francés) o Arnau de Vilanova). En castellano Arnaldo de Vilanova. Médico español. Nacido en 1238 y fallecido en 1311. Conocimientos adicionales recomendados
Cronología
Traduce libros de Avicena y Galeno.
Datos biográficosMédico valenciano de los siglos XIII-XIV, acaso el más importante del mundo latino medieval, implicado también en cuestiones político-religiosas de su tiempo. Seguramente nació en Valencia a poco de ser conquistada por Jaime I (1238). En 1260 estudiaba Medicina en Montpellier. En 1280 era ya médico prestigioso al servicio de la casa real de Barcelona. Diez años más tarde se halla de nuevo en Montpellier como maestro de su pujante Escuela médica; aunque no por ello deja de atender sus intereses valencianos y la salud de la familia de Jaime II de Aragón. Este rey, gran amigo de Villanova, le enviaría, en 1299, a la corte de Francia, en misión diplomática, y en París iba a dar a conocer las ideas que había ido fragmentando acerca del próximo fin del mundo y de la necesaria reforma de la Iglesia. La repulsa de los teólogos de la Sorbona, que condenan su Tractatus de tempore adventu Antichristi (Sobre la venida del Anticristo), va a marcar un giro en su vida: herido por la afrenta y convencido de su verdad, lánzase Villanova a una campaña vindicativa que mengua, aunque no elimina, su labor profesional. Le vemos en 1301 apelando al papa Bonifacio VIII y remitiendo un opúsculo apologético a destacadas personalidades de la cristiandad; en 1302, polemizando violentamente con los dominicos que refutan sus ideas; en 1304, protestando ante el cónclave reunido en Perusa... La elección de Clemente V, antiguo amigo de Villanova, a cuyo examen somete la colección de sus escritos religiosos, le trae unos años de calma (1305-09) en los que Villanova realiza gestiones a favor de sus reyes en la corte pontificia de Aviñón y lleva a cabo una amplia propaganda espiritual entre las comunidades laicales de la Provenza. El prestigio de que goza le permite intervenir en problemas tales como el proceso de los templarios, los proyectos de Cruzada, las disidencias del franciscanismo estricto o las tensiones entre la Santa Sede y el rey de Sicilia. Era éste el joven y caballeroso Federico III, en el que el maestro Villanova hallaría un discípulo fiel y ferviente; a su dictado había emitido disposiciones para el buen orden de su casa y reino; y en 1309 le confiaba unos sueños misteriosos, cuyo significado interpretaría Villanova relacionándolo con otros tenidos por Jaime II, en el sentido de que ambos reyes hermanos habían de promover la acción renovadora de la Iglesia preconizada por él. La exposición que de todo ello hiciera Villanova en público consistorio iba a provocar su ruina. Ante la protesta de la curia y la indignación del rey de Aragón, Villanova tuvo que refugiarse junto al de Sicilia. Murió en Génova el 8 de septiembre de 1311, cuando realizaba gestiones para evitar la ruptura de hostilidades con Roberto II de Nápoles. Obras de Arnaldo de VilanovaTuvo, pues, Vilanova una activa intervención en la vida política de su tiempo, casi siempre movida por sus ideales religiosos y apoyada en su prestigio profesional: en la amistad de Jaime II, en la tolerancia de Bonifacio VIII o en la benevolencia de Clemente V subyace la gratitud del paciente eficazmente tratado, aunque se vea también fomentada por la lealtad del súbdito y la fidelidad del cristiano. Hay en la obra religiosa de Vilanova más de celo indiscreto, de ingenuidad idealista o de fantasía exaltada que de heterodoxia formal; implicado en el movimiento de los espirituales, en la línea de las extrañas especulaciones de Joaquín de Fiore, busca la salvación del mundo en sus lucubraciones escatológicas, en sus exigencias de reforma eclesiástica y en sus exhortaciones ascéticas. Pero aunque las fantasías de la especulación o las violencias de la polémica le lleven a expresiones desafortunadas, nunca cae en la herejía. La sentencia de la Junta de teólogos de Tarragona, que en 1316 ordenó la destrucción de sus obras espirituales, fue anticanónica y desmesurada. Pero Vilanova fue ante todo magister medicinae. Por una parte, clínico práctico de amplia experiencia y fama bien acreditada. Por otra, profesor destacado de la mejor Facultad del medievo. Por otra, autor de una importante obra médica, muy difundida y apreciada a lo largo de tres siglos y a lo ancho de toda la cristiandad: apenas hay biblioteca importante que no cuente con copias medievales o ediciones renacentistas de algunos de sus escritos científicos; en el siglo XVI se hizo una colección que trataba de recoger sus obras completas, cuyo éxito denotan las reimpresiones que se sucedieron. La lástima es que muchas textos espúreos se albergaron a la sombra de su ilustre nombre y ha sido preciso proceder a la poda implacable de la fronda parásita para liberar su genuina producción. Sin entrar aquí en exposiciones críticas y tomando la solución más probable en cuestiones dudosas, puede decirse que la obra médica de Vilanova responde a su condición de médico escolástico: de sabio formado en los textos clásicos de Hipócrates y Galeno, recibidos a través de su versión arábiga y completados con las mejores producciones de los autores que escribieron en árabe. Aunque no le hubiera sido preciso el conocimiento de este idioma —pues la mayor parte de esos libros habían sido ya traducidos al latín—, sabemos que Vilanova lo poseía a la perfección y que en sus años de médico regio en Barcelona había traducido opúsculos de Galeno, Avicena y otros. El grueso de su obra original es fruto de su época de Montpellier: hay un conjunto de tratados extensos y bien elaborados que reflejan el estilo y responden a la utilidad de la docencia impartida en las Escuelas de Medicina. Comentarios eruditos —varios de los cuales se han perdido o permanecen inéditos— a los autores exigidos en el plan de estudios; colecciones de aforismos de intención nemotécnica —entre los que destacan las popularísimas Parábolas de la medicación, de las que se conservan 40 copias de los siglos XIV y XV y que fueron editadas 15 veces en el XVI—; obras de doctrina médica, unas estrictamente especulativas —De humido radicale—, otras que desembocan ampliamente en la práctica —como De considerationibus operis medicinae—, todas ellas coronadas por esa admirable síntesis de los principios de la ciencia médica que es la llamada Speculum medicinae; densas exposiciones de farmacología básica, como el tratado De graduatibus medicinarum, tan importante en la línea de los intentos medievales de una teorización de la dosificación medicamentosa, etc. Junto a este bloque de escritos está el tan conocido Regimen sanitatis, escrito en 1308, para tutelar la salud del rey de Aragón, pero que pronto se difundió amplísimamente por toda Europa, siendo traducido al catalán y al hebreo, y los extensos catálogos de medicamentos simples y compuestos —Simplicia y Antidotarium—, y las monografías, breves y expresivas, que abordan los más diversos problemas clínicos. En cambio, puede afirmarse el carácter apócrifo de obras tan ligadas al nombre de Villanova como son el Breviarium practicae y el comentario al Regimen sanitatis salernitanum. Y, desde luego, del conjunto de los libros de alquimia que le han sido atribuidos; hay motivos suficientes para despojar la figura de Villanova del manto de alquimista de que fue revestido por autores o copistas del siglo XV y que tanto se suele destacar en la visión habitual que se da de su persona. No fue alquimista, ni mago, ni rebelde innovador. Fue un médico galenista que, sobre la base de un profundo conocimiento de la ciencia transmitida por los antiguos, elaboró una doctrina tan propia como tradicional, que procuró celosamente preservar de toda cavilación filosofizante —véase su obra De intentione medicorum— y dirigir a la práctica clínica concreta. Su obra médica constituye un bien forjado eslabón en la cadena de transmisión perfeccionadora del saber médico clásico. Bibliografía
Enlaces externos
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