El gen y proteína FoxP2,[1] descubierto en los años noventa del siglo XX, está directamente relacionado con el lenguaje humano: su mutación determina trastornos específicos del habla. La misma versión del gen estaba presente en los neandertales. Conocimientos adicionales recomendadosAunque se ha acuñado la expresión gen del habla para caracterizarlo, se trata de un factor más entre los responsables de la competencia humana para el lenguaje. No obstante, es un indicio de que en el lenguaje humano están involucrados factores de tipo genético: aunque se desconoce su función exacta, parece imprescindible para un desarrollo normal del mismo. No se trata de un gen exclusivo del ser humano, sino que es probable que exista en todos los vertebrados. Se ha sugerido que en determinadas aves el gen podría contribuir a la plasticidad del canto.[2] Por otra parte, las versiones de la proteína en el chimpancé y el ser humano difieren en dos aminoácidos, algo que ha reforzado la hipótesis de que ciertas alteraciones en el gen podrían haber impulsado la evolución del lenguaje. El descubrimiento fue obra de un grupo de genética del Centro Wellcome de Genética Humana de la Universidad de Oxford, liderados por Simon Fisher. Habían sido alertados desde una escuela inglesa de logoterapia acerca de que un grupo de niños de la misma familia (llamada, convencionalmente, KE) que presentaban determinados defectos del habla y del lenguaje que se remontaban hasta los bisabuelos; básicamente, presentaban una dificultad para realizar los movimientos rápidos que son necesarios para hablar. El grupo de Simon Fisher identificó una mutación en un segmento del cromosoma 7, en el lugar donde se encuentra el gen FoxP2. Su proteína correspondiente es un factor de transcripción que regula la traducción de otros segmentos del ADN en sus productos génicos; se comporta como un conmutador de hasta cien genes (muchos de ellos involucrados en el desarrollo y organización del sistema nervioso) conocidos como diana. Cuando se produce la mutación de un cromosoma, esta función conmutadora está reducida a su mitad; consecuentemente, los genes diana de la proteína FoxP2 pueden ser regulados de forma equivocada o no tener, sencillamente, regulación, lo que conlleva la aparición de determinados trastornos del habla. El gen FoxP2 aparece ya en el embrión, sobre todo en las regiones que más tarde albergarán el cerebelo, el tálamo y los ganglios basales. No está claro si la activación del gen se produce en la fase embrionaria o si eso ocurre en el momento en que se empieza a aprender a hablar. Notas
Fuentes bibliográficas
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