Gómez Pereira (1500 - ¿1567?) fue un filósofo, médico y humanista español, natural de Medina del Campo.[1] Fue un afamado profesional de la medicina, aunque dedicó su tiempo a ocupaciones muy diversas, como los negocios, la ingeniería y, sobre todo, la filosofía. En el campo de la medicina fue un claro exponente del rechazo de los conceptos medievales y proponiendo la aplicación de métodos empíricos; por lo que se refiere a la filosofía, es de orientación nominalista y sus razonamientos son un claro precedente de la corriente cartesiana. Conocimientos adicionales recomendados
BiografíaNo se sabe mucho de su vida, porque no hubo quién recogiera su semblanza por escrito, lo que se sabe de él es el resultado de la investigación de documentos inconexos a los que diversos investigadores han dado cuerpo, muchos de ellos relacionados con pleitos o negocios. Nació en el año 1500, en Medina del Campo.[2] Era el segundo de cinco hermanos; su padre, llamado Antonio Pereira, poseía una pequeña tienda de "xerguería", es decir, de jergas o tejidos y paños de baja calidad en dicha villa; su madre, de nombre Margarita de Medina, murió en 1515 y sus hijos pasaron al cuidado de su tía Ana de Ávila. Se sabe que era descendiente de una familia de judíos conversos procedentes de Portugal. Aunque no es seguro, pues la fuente es un vecino que testificó contra él en un pleito: «El dicho licenciado Pereira es onbre baxo e de baxo estado e calidad, porque su padre, es muy público y notorio que quando los rreyes catolicos, de gloriosa memoria, echaron a los jvdios de Castilla, el padre del dicho licenciado Pereyra se fue huyendo destos rreynos a Portugal e después boluio e se vino cristiano, e aun estubo en la ynquisicion»
Cristóbal de Galgo, Corregidor de Medina, año 1546 Sin embargo, tampoco podemos descartar que sea converso, pues se sabe que, hasta su matrimonio, Gómez Pereira vivió con sus padres en una calle llamada Serranos que se sitúa donde los investigadores ubican la antigua judería de la villa («desde que nació e se crió en la mesma calle do este testigo vive e mora, que se dice calle de Serranos»[3] ). Gómez Pereira estudió filosofía natural en la Universidad de Salamanca con el profesor Juan Martínez Silíceo (luego arzobispo de Toledo entre 1545 y 1557); allí, al parecer, intervino activamente en las disputas entre realistas y nominalistas, inclinándose por estos últimos al rechazar la autoridad de los viejos maestros frente al conocimiento que proporciona la experiencia y la razón. También estudió medicina en la misma universidad, concluyendo en el año 1520 sus estudios. Posteriormente regresó a Medina donde se estableció como médico. Se casó con Isabel Rodríguez e instaló su casa en la Rúa Nueva (actualmente denominada calle Padilla) y de manera simultánea a su tarea como médico se ocupó de las actividades comerciales heredadas de su familia. Así, se sabe que era poseedor de un considerable capital que invertía en negocios muy diversos, muchas veces fue encargado de tomar las rentas reales y gestionaba la recaudación de varias parroquias; además tenía sus propias bodegas y traficaba con sus vinos, también alquilaba habitaciones en su casa a los mercaderes que iban a las «Grandes Ferias del Reino» que tenían lugar en Medina. Falleció sin haber tenido hijos en una fecha no precisada, algunos sotienen que en 1558, aunque se conservan documentos de fechas posteriores: la patente del Molino de Sifón en 1563 y un documento notarial de 1567, que podrían demostrar que aún vivía en esos años. Su fama como médico rebasó los confines de Medina, ejerciendo en Burgos, Segovia, Ávila y otras ciudades importantes de Castilla. Incluso llegó a la corte de Felipe II desde donde fue reclamado para asistir al príncipe Carlos, malogrado heredero al trono, que había sufrido un grave accidente y que gracias a su intervención, pudo vivir hasta 1568. Se interesó además por la construcción de artilugios hidráulicos, de hecho, con su compañero Francisco Lobato diseñó un molino de sifón (capaz de funcionar como aceña sin necesidad de represar el agua) que patentó en 1563.[4] En el folio 26 del Manuscrito de Francisco Lobato, el ingeniero medinense explica que decidió diseñar un molino muy especial, por iniciativa del rey Maximiliano II de Austria, que por esas fechas (cc. 1550) se hallaba pasando una temporada en Valladolid, refugiado a causa de las guerras contra los protestantes. El futuro rey de Bohemia tuvo el capricho de navegar por el río Duero, para lo que mandó construir una galera y ordenó retirar todas las construcciones que entorpeciesen la navegación, es decir, pesquerías y aceñas. Tal acción perjudicaba muchísimo a los lugareños, lo que indujo a Lobato y Pereira a diseñar un molino capaz de moler con la fuerza del agua sin ocupar el cauce del río. Lobato sigue explicando que hicieron un modelo que probaron en el río Zapardiel y que «molió y se meneaba con razonable fuerza [...], pero era tanta el agua que chupaba, que en medio día no quedaba gota...». Aunque el modelo fue perfeccionado con un azud que volvía parte del agua al río, el soberano se desentendió del proyecto y este cayó en el olvido. Lobato se quejaba amargamente de que, a pesar de las promesas de financiación de los Habsburgo «teníamos ya gastados 150 ducados, [...] y nunca se me pagó cosa ninguna, que algún día se lo tengo que pedir.» (op. cit.). Pero Gómez Pereira ha pasado a la Historia sobre todo por sus escritos, particularmente por sus obras Antoniana Margarita (Medina del Campo, 1554)[5] y Novae veraeque Medicinae (Medina del Campo, 1558). ObraDe la unión de filosofía y medicina surgió la original forma de discurrir de Gómez Pereira, que, como hemos comentado, rechazaba el criterio de autoridad de los viejos maestros antiguos y medievales y aplicaba la razón, la lógica y la experiencia. Por otra parte, para exponer sus ideas se servía a menudo de paradojas y silogismos que dejaban al descubierto los errores de aquellos a quienes cuestionaba, de modo que es posible afirmar que sus argumentaciones eran más negativas que positivas, innegable, pero explicable en el contexto de de represión ideológica y religiosa, incluso bajo la amenaza de veladas acusaciones por su origen, como hemos visto, que vivió este personaje en la Castilla del siglo XVI. El famoso ensayista Menéndez Pelayo llego a escribir sobre este insigne pensador: «En Psicología experimental, Gómez Pereira está, a no dudarlo, más adelantado que la filosofía de su tiempo, más que la del siglo XVII, más que Bacon, más que Descartes. Ninguno observa como él los fenómenos de la inteligencia»
"Novae veraeque Medicinae"Su contenido es exclusivamente médico. Se centra en el estudio de las fiebres (sus causas y sus tipos) y en ciertas enfermedades concretas como la lepra o la viruela, entre otras. En esta obra, que dedicó al infante don Carlos, se enfrenta a las ideas de Galeno y de Aristóteles, así como a la tradición medieval del "magister dixit". Su método es totalmente empirista y racional, basándose en su experiencia como médico como criterio supremo de verdad y utilizando métodos curativos sencillos: «En no tratándose de cosas de Religión, no me rendiré al parecer y sentencia de algún filósofo, si no está fundado en la razón». Gómez Pereira consideraba que el calor febril es engendrado por el propio cuerpo como un sistema de defensa para expulsar el daño que le afecta y, de este modo, la naturaleza restablece el equilibrio natural de todo organismo. Es pues una concepción totalmente moderna de la fiebre como una reacción contra las enfermedades. En cuanto a sus estudios sobre enfermedades como la lepra o la viruela (y otras más que no se nombran en este artículo de Wikipedia), llegó a conclusiones que años después fueron elogiadas por el historiador y médico Antonio Hernández Morejón. "Antoniana Margarita"Una obra que fue reeditada numerosas veces y que, sin embargo no fue traducida al castellano hasta el año 2000 (con motivo del quinto centenario del nacimiento de su autor; la obra editada es facsimilar y bilingüe[7] ). Está dedicada a su maestro Juan Martínez Silíceo y, a su vez, el título es un homenaje a sus padres, Antonio y Margarita; aunque en el subtítulo intenta explicar el contenido del libro: "una obra tan útil como necesaria a médicos, físicos y teólogos" (Opus nempe phisicis, medicis ac teologis, non minus utile quam neccessarium). Es un tratado muy difícil de leer, pues carece de capítulos o apartados; según parece, al ser un cristiano nuevo y exponer ideas que parten del empirismo, hasta llegar al rozar el materialismo, Gómez Pereira quiso esconder un poco sus razonamientos, dado que, la sociedad y el estado en el que vivía (Castilla en el siglo XVI, el concilio de Trento ya iniciado...), podrían rechazarlos y no se atrevió a desarrollarlos hasta sus últimas consecuencias. Es un tratado, de filosofía en el que aborda tres temas fundamentales: el “automatismo de las bestias” la teoría del conocimiento humano y la inmortalidad del alma. La insensibilidad de los animalesPartiendo del espiritualismo neoplatónico, por medio de pruebas empíricas con seres humanos y animales fue discurriendo hasta llegar a conclusiones que se adelantan al materialismo y al mecanicismo modernos (además de despreciar el maltrato a los animales). El paradigma de Gómez Pereira es típico del humanismo cristiano del Renacimiento, negando que los animales sean iguales a los seres humanos, por más que tengan cierto parecido. Las semejanzas se reducen a que ambos tienen un cuerpo con cinco sentidos, pero en el caso de los animales, los sentidos no conducen al conocimiento, sino que provocan reacciones automáticas.[8] Como mucho a los animales les reconoce la capacidad de actuar por impulsos internos (soma); por estímulos externos (specie y phantasma), incluso de tener cierta capacidad de aprendizaje no consciente (memoria). A pesar de todo, niega a los animales la capacidad del auténtico conocimiento: "bruta sensu carent". La idea tuvo muchos seguidores, pues, como indica el propio autor, si los animales sintiesen como los humanos, no habría nada que los diferenciase, Y si los seres humanos y los animales son iguales, es que los animales también pueden conocer los Universales y eso sería «absurdo e impío». Pero también tuvo detractores, algunos de ellos muy cercano, como ocurre con el médico Francisco de Sosa, que publicó en 1556, también en Medina del Campo, su obra «Endecálogo contra Antoniana Margarita, en el cual se tratan muchas y muy delicadas razones, y autoridades con que se prueba, que los brutos sienten y por sí se mueven». El Conocimiento humanoLa negación de la capacidad cognoscitiva de los animales no es gratuita en Gómez Pereira pues tiene relación con la verdadera esencia del ser humano. En este sentido, las ideas de nuestro filósofo se oponen radicalmente a la escolástica medieval. Defiende que la vía del conocimiento son los órganos sensoriales, como en los animales, pero sólo el alma humana, su espíritu, es capaz de convertir la información que aportan los sentidos en auténtico pensamiento. Ésta es una de las cualidades del alma, la capacidad de extraer de las sensaciones físicas la substancia de las cosas —los Universales—, por medio de la abstracción. Pero, Gómez Pereira considera que la sensación y la intelección van unidas, de tal forma que en el ser humano son una misma cosa, identifica la facultad de sentir con la cualidad de pensar: "si siente, entiende", al igual que ocurre con el "pensamiento" y el "lenguaje" en el ser humano que van unidos siguiendo un mismo camino. La inmortalidad del AlmaEl conocimiento sería, pues, una facultad esencial del alma, es más, el ser humano tiene un alma consciente de sí misma, que existe gracias al pensamiento que desarrolla. Y, hay en su libro una frase que, sin duda, sorprenderá a aquéllos que no conocen a este filósofo, por razones muy obvias: "nosco me aliquid noscere, et quidquid noscit, est, ergo ego sum": "conozco que yo conozco algo, todo el que conoce existe, luego yo existo". Aunque Gómez Pereira reconoce que los animales tienen alma, ésta moriría con ellos; en cambio el alma humana es autosuficiente en su existencia, y es inmortal. Para ello aporta tres pruebas que hasta el momento, según él, no habían sido descubiertas: En primer lugar, el alma humana es capaz de conocer independientemente del cuerpo, gracias a su conciencia (ya que el sentir y el pensar son actos intrínsecos de la propia alma), por eso, es capaz de existir aunque el cuerpo muera. En segundo lugar, el alma humana no cambia a pesar de que el cuerpo envejezca o enferme, es decir, su esencia no es afectada por factores extrínsecos. En tercer lugar, está el anhelo de todo ser humano por conseguir la felicidad, lo que unido al deseo de conocer el futuro y las consecuencias de nuestros actos, son las razones que nos incitan a hacer el bien, pues las obras malas conducen al castigo y al infortunio. Gómez Pereira y DescartesDesde que René Descartes editó su Discurso del método en el año 1637, la originalidad de muchos de sus razonamientos fue puesta en duda e incluso se llegó a decir que había plagiado a Gómez Pereira,[9] pues el filósofo español había sido estudiado por numerosos intelectuales de prestigio durante los siglos XVI y XVII. El primero en sugerir la excesiva coincidencia con los escritos del español fue Pierre Daniel Huet, primero seguidor y después opositor a la filosofía cartesiana, El mismo Descartes se vio obligado a defenderse de tales acusaciones, según se deduce de una carta que le escribió en 1641 a su amigo, el padre Marin Mersenne:
Muchos estudiosos del siglo XVII y XVIII se pusieron de parte de Descartes, menospreciando el trabajo de Gómez Pereira, entre ellos destacamos a Pierre Bayle (a pesar de que reconoce la semejanza entre ambos) o a los enciclopedistas Diderot y D'Alembert, quienes dicen:
Sin embargo, muchos otros han defendido la tesis contraria, aún aceptando que Descartes no hubiese leído la obra de Pereira, sostienen que la conocería por referencias, sobre todo a través de otro médico y filósofo español, Francisco Vallés, a quien sí leía el francés. Entre los que acusan a Descartes de usurpación destacan también Isaac Cardoso o Voltaire. Se basan en las enormes semejanzas que hay entre ambos en algunas cuestiones esenciales:
Es posible que no hubiese relación directa entre ambos, pero indirectamente es innegable que Pereira influyó decisivamente en Descartes. Referencias bibliográficas y enlaces
Véase también:
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