El moquillo, también conocido como distemper, en la literatura inglesa, o enfermedad de Carré, en la francesa, es una enfermedad infectocontagiosa de origen viral, que afecta a animales de las familias Canidae, Mustelidae, Mephitidae, Hyaenidae, Aileridae, Procyonidae, Pinnipedia, algunos Viverridae y Felidae (aunque no a los gatos domésticos). De ellos, los más importantes por su relación con los seres humanos, son el perro, el hurón y el visón.[1] [2] [3] A pesar de haber una vacuna contra el virus, la enfermedad sigue siendo muy común en muchas regiones del mundo..[4] Conocimientos adicionales recomendados
InfecciónEs una enfermedad de distribución mundial, que afecta a animales de todas las edades, siendo particularmente vulnerables tempranamente y en la vejez, donde produce un cuadro que se conocía como "encefalitis de los perros viejos". Se transmite por el aire y mediante el contacto con fluidos corporales infectados, incluyendo comida y agua contaminados por estos fluidos.[5] El periodo de incubación es de 14 a 18 días, aunque puede haber fiebre de tres a seis días tras la infección.[6] El virus del moquillo tiene un tropismo por los tejidos linfáticos, epiteliales y nerviosos. Por tanto, la características patológicas típicas incluyen depleción linfática (provocando inmunosupresión y llevando a infecciones secundarias), neumonía intersticial, encefalitis con desmielinización, e hiperqueratosis de las almohadillas plantares. El examen histológico revela cuerpos de inclusión eosinofílicos intranucleares e intracitoplasmáticos en numerosos tejidos. SintomatologíaLos síntomas dependen de la acción directa del virus sobre los órganos o tejidos afectados y de las bacterias que proliferan en los mismos. De acuerdo con el sistema comprometido, podemos clasificarlos en: Generales
RespiratoriosOculares
DigestivosCutáneos
DentariosNeurológicos
Un animal en particular puede presentar algunos pocos o la mayoría de los síntomas descriptos, dependiendo de la gravedad de la infección. El curso de la enfermedad puede ser de sólo 10 días, pudiendo extenderse a varias semanas, y hasta meses, con períodos intermitentes de mejora seguidos de una recaída. DiagnósticoLos síntomas anteriores, especialmente la fiebre, los indicios respiratorios, digestivos y neurológicos y el endurecimiento de las almohadillas plantares, son una fuerte evidencia del moquillo. Encontrar el virus por diversos métodos en las células conjuntivas del perro permite un diagnóstico definitivo. TratamientoNo hay un tratamiento específico para el moquillo. El animal deberá ser tratado por un veterinario, normalmente con antibióticos para las infecciones bacterianas secundarias, fluidos hidroelectrolíticos, suplementos vitamínicos y nutricionales, y tratamientos puntuales para el tipo de sintomatología presente: mucolíticos y expectorantes para los signos respiratorios; antieméticos y antidiarreicos, para los digestivos, etc. De los signos neurológicos de posible aparición, sólo las convulsiones tienen tratamiento efectivo. Aunque la gran mayoría de los individuos afectados suelen superar la enfermedad con un tratamiento oportuno y adecuado, es importante la detección temprana de la misma. El pronóstico no siempre es malo, siendo particularmente comprometido cuando aparecen la mayoría de los síntomas y signos descriptos, especialmente los de tipo neurológico, y ningún tratamiento preestablecido es efectivo en todos los casos. Algunas veces, el enfermo sucumbirá a pesar de todos los esfuerzos. PrevenciónTodos los animales susceptibles deberían recibir dos o más dosis de una vacuna contra el moquillo, o combinada, durante su etapa de desarrollo, entre la 6a. ó 7a. semana de edad hasta los tres o cuatro meses, y luego ser revacunados anualmente durante toda su vida. Existen en el mercado diversos tipos de ellas para perros y hurones domésticos, que en algunas jurisdicciones son obligatorias para las mascotas. El tipo de vacuna concreto debe estar aprobado para la clase de animal al que se inyectó, pues en caso contrario éste podría llegar a contraer la enfermedad a través de la vacuna. Los animales afectados, de ser posible, deben ser puestos en cuarentena, aislados de otros individuos de su especie. El virus se destruye en el entorno mediante limpieza rutinaria con desinfectantes, detergentes o secado. Aunque no sobrevive en el ambiente más de unas pocas horas a temperatura media (20-25 °C), sí puede hacerlo durante varias semanas a temperaturas ligeramente superiores a la de congelación.[8] Referencias
Categoría: Enfermedades animales |
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