El síndrome de Diógenes es un desorden del comportamiento que normalmente afecta a personas de avanzada edad que viven solas, caracterizándose por el total abandono personal y social, y por el aislamiento voluntario en su propio hogar, acompañándose en muchos casos de la acumulación en él de grandes cantidades de dinero o de desperdicios domésticos. En los años 1960 se realizó el primer estudio de dicho patrón de conducta, bautizándolo en 1975 como síndrome de Diógenes, en referencia a Diógenes de Sinope, filósofo griego que adoptó y promulgó hasta el extremo los ideales de privación e independencia de las necesidades materiales (el cinismo),[1] aunque hace poco se ha señalado la impropiedad de dicha definición.[2] Conocimientos adicionales recomendados
SíntomasLa persona que sufre de este desorden se caracteriza por su aislamiento social, llegando a recluirse en el propio hogar, además de desatender absolutamente la limpieza del mismo y toda higiene personal. Debido a que creen encontrarse en una situación de pobreza extrema, no siendo a menudo el caso, tienden a intentar ahorrar lo máximo posible llegando a reunir grandes cantidades de dinero sin tener conciencia de lo que poseen realmente. También suelen acumular grandes cantidades de desperdicios y objetos sin ninguna utilidad en sus casas, por creer que pueden darles una utilidad en un futuro, lo cual les aboca a vivir en situaciones insalubres. Emocionalmente están ligados a todas y cada una de sus posesiones y son incapaces de distinguir lo que es de valor de la pura basura.[3] [4] Según Javier Gómez Pavón, Secretario General de la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología: En estos pacientes subyacen una serie de enfermedades como demencia, cuadros psicóticos, trastornos obsesivos o personalidad con rasgos paranoides que les lleva a vivir en esas condiciones. Variante con animalesEn esta variable, los enfermos no sólo acumulan objetos si no también animales que se encuentran en la calle. Los animales acaban viéndose privados de unos cuidados mínimos y atención. En la primera etapa, los signos de sufrimiento que manifiestan son una cierta delgadez, un pelo deslucido o algunos parásitos, pero más allá del aspecto físico, a nivel psicológico este encierro acaba destrozándolos. Según se incrementa el número de animales, las condiciones de la vivienda empeoran; las heces y la orina se acumulan provocando la propagación de enfermedades infecciosas, no les cicatrizan las heridas, los enfermos acaban siendo ignorados y comienza la inanición. Este drama acaba saldándose con la muerte de los animales por falta de comida y agua, por enfermedades o por heridas no tratadas. No es raro que sus cadáveres queden allí tirados, mezclados con los vivos y con la basura.[5] PacientesTales comportamientos se suelen encontrar en personas de avanzada edad que se sienten solas, a menudo debido a la muerte de un cónyuge o familiar muy cercano. Además, factores como las penurias económicas pueden alentar este comportamiento, no siendo éste un factor clave pues se conocen casos en personas de alto nivel socioeconómico y carreras profesionales brillantes que lo padecen. En definitiva, es la soledad el principal factor que desencadena este trastorno.[6] Una de las peculiaridades de este síndrome, es que cuando son dos las personas de edad avanzada que conviven juntas, uno de ellos puede arrastrar al otro a esta situación. Este trastorno, que esconde importantes alteraciones psiquiátricas, afecta en España a 1,7 pacientes por cada 1.000 ingresos hospitalarios, o expresado de otra manera, afecta a un 3% de la población mayor de 65 años de edad.[7] Uno de los factores más importantes en el crecimiento del número de casos que manifiestan este trastorno es el progresivo aumento de los ancianos que viven solos. TratamientoEl tratamiento debe empezar por la detección de los casos de riesgo, el ingreso en un Hospital General o Unidad de Geriatría, y abordaje de los trastornos médicos. Es indispensable un diagnóstico para saber cuál es la patología de base que genera este comportamiento. Se deben adoptar las medidas de protección social pertinentes, evitando el regreso del enfermo a sus condiciones previas de vida. En algunos casos es preciso tratar la patología psiquiátrica asociada (depresión, delirios crónicos). Si no es posible asegurar la convivencia o ubicar al paciente en una institución social, es preciso hacer un seguimiento crónico, visitas domiciliarias, y trabajo coordinado de los servicios sanitarios (médico, enfermera) y sociales (trabajador social). El problema es que los propios afectados suelen rechazar la ayuda social. Si no están incapacitados por motivo de alguna patología psiquiátrica de base o una demencia, no pueden ser ingresados en una residencia sin su consentimiento, con lo que termina volviendo a su tipo de vida anterior. PrevenciónLos familiares, vecinos y amigos deberían vigilar a sus mayores que viven solos especialmente si han observado algún factor de riesgo, como un comportamiento huraño o un aislamiento voluntario. No obstante, con frecuencia resulta difícil ayudarlos ya que son ellos los que evitan todo tipo de atención. Esto hace que a veces llegue incluso a debatirse si se trata realmente de una enfermedad o sólo un estilo de vida. Referencias
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