Se acumulan las pruebas de libros envenenados que contienen tintes tóxicos

21.08.2024
Computer-generated image

Imagen simbólica

Si se encuentra con libros de la época victoriana encuadernados en tela y de colores brillantes, quizá le convenga tratarlos con cuidado o incluso evitarlos. Algunos de sus atractivos tonos proceden de tintes que podrían suponer un riesgo para la salud de lectores, coleccionistas o bibliotecarios. En la última investigación sobre estos libros venenosos se han utilizado tres técnicas, una de las cuales no se había aplicado antes a los libros, para evaluar los tintes peligrosos de una colección universitaria.

Kristy Jones

Leila Ais corta una muestra de la cubierta de un libro para comprobar si contiene tintes tóxicos.

"Estos libros antiguos con tintes tóxicos pueden estar en universidades, bibliotecas públicas y colecciones privadas", afirma Abigail Hoermann, estudiante de química en la Universidad de Lipscomb. Los usuarios pueden correr peligro si los pigmentos de las cubiertas de tela se rozan con las manos o se transportan por el aire y se inhalan. "Así que queremos encontrar una forma de que todo el mundo pueda saber fácilmente cuál es su exposición a estos libros y cómo guardarlos de forma segura". Hoermann, el recién graduado Jafer Aljorani y la estudiante Leila Ais han llevado a cabo el estudio con Joseph Weinstein-Webb, profesor asistente de química en Lipscomb.

El estudio se inició después de que las bibliotecarias de Lipscomb Jan Cohu y Michaela Rutledge se pusieran en contacto con el departamento de química de la universidad para analizar libros de la Biblioteca Beaman del siglo XIX y principios del XX cubiertos de telas de colores brillantes. A Weinstein-Webb le intrigó saber que el Museo, Jardín y Biblioteca de Winterthur había examinado anteriormente sus propios libros del siglo XIX para detectar la presencia de un compuesto de arsénico conocido como acetoarsenito de cobre. Este pigmento de color verde esmeralda se utilizaba en el papel pintado de la época victoriana, en prendas de vestir y, como descubrió Winterthur, en las cubiertas de tela de los libros. Este descubrimiento dio lugar a la puesta en marcha del Proyecto Libro Envenenado, una investigación colaborativa que utiliza la fluorescencia de rayos X (FRX), la espectroscopia Raman y otras técnicas para descubrir pigmentos tóxicos en libros de todo el mundo. Weinstein-Webb y los estudiantes de Lipscomb que reclutó iniciaron su propia investigación en 2022.

Para el proyecto del libro de Lipscomb, el equipo utilizó tres técnicas espectroscópicas:

  • FRX para comprobar cualitativamente si había arsénico u otros metales pesados en alguna de las cubiertas de los libros.
  • Espectroscopia de emisión óptica por plasma acoplado inductivamente (ICP-OES) para determinar la concentración de esos metales.
  • Difracción de rayos X (DRX) para identificar las moléculas de pigmento que contienen esos metales.

Aunque la DRX se ha utilizado anteriormente para examinar pinturas y papel pintado, es la primera vez que se emplea para detectar veneno en los libros, afirma Ais. Las pruebas de DRX se realizan en colaboración con Janet Macdonald, de la Universidad de Vanderbilt.

Recientemente, los investigadores utilizaron datos de FRX para demostrar la presencia de plomo y cromo en algunos de los libros de Lipscomb. Para cuantificar las cantidades, recortaron muestras del tamaño de un clip de las cubiertas de tela y las disolvieron en ácido nítrico. El análisis por ICP-OES mostró que tanto el plomo como el cromo estaban presentes en altos niveles en algunas muestras. Las pruebas posteriores de DRX indicaron que en algunos casos estos metales pesados estaban en forma de cromato de plomo (II), uno de los compuestos que contribuyen al pigmento amarillo cromo preferido por Vincent van Gogh en sus cuadros de girasoles.

Sin embargo, había mucho más plomo que cromo en las cubiertas de los libros, lo que resulta un tanto desconcertante, ya que el cromato de plomo (II) contiene cantidades iguales de plomo y cromo. Los investigadores especulan con que los tintes utilizados para colorear los libros contienen otros pigmentos a base de plomo que carecen de cromo, como óxido de plomo (II) o sulfuro de plomo (II). El equipo está trabajando para identificar esos otros compuestos en los pigmentos amarillos.

Weinstein-Webb y los estudiantes también querían averiguar si los niveles de metales pesados en los libros de Lipscomb podían ser perjudiciales para los bibliotecarios que los manipulasen. En algunas de las cubiertas de los libros, los investigadores descubrieron concentraciones de metales por encima de los límites aceptables para la exposición crónica, según las normas establecidas por los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC). En la muestra disuelta de la cubierta más contaminada, la concentración de plomo era más del doble del límite establecido por los CDC, y la de cromo casi seis veces superior. La exposición crónica al plomo o al cromo inhalados podría provocar efectos sobre la salud como cáncer, daños pulmonares o problemas de fertilidad.

"Me parece fascinante saber lo que las generaciones anteriores pensaban que era seguro, y luego nos enteramos de que, en realidad, puede que no fuera una gran idea utilizar estos tintes brillantes", dice Weinstein-Webb.

Los hallazgos llevaron a la biblioteca de Lipscomb a sellar los coloridos libros del siglo XIX que aún no han sido analizados en bolsas de plástico con cierre zip para su manipulación y almacenamiento. Mientras tanto, los libros que se ha confirmado que contienen tintes peligrosos también se han sellado en bolsas y se han retirado de la circulación pública.

Una vez que los investigadores hayan realizado más pruebas, tienen previsto aportar sus resultados al Proyecto del Libro Envenenado y ayudar a concienciar a bibliotecarios y coleccionistas sobre la manipulación, conservación y almacenamiento seguros de estos libros.

También esperan que otros sigan su ejemplo y empiecen a utilizar la DRX, ya que no requiere que los investigadores corten muestras de los libros. "De cara al futuro", dice Hoermann, "queremos que las bibliotecas puedan analizar sus colecciones sin destruirlas".

Nota: Este artículo ha sido traducido utilizando un sistema informático sin intervención humana. LUMITOS ofrece estas traducciones automáticas para presentar una gama más amplia de noticias de actualidad. Como este artículo ha sido traducido con traducción automática, es posible que contenga errores de vocabulario, sintaxis o gramática. El artículo original en Inglés se puede encontrar aquí.

Más noticias del departamento ciencias

Noticias más leídas

Más noticias de nuestros otros portales

¿Está revolucionando la química la inteligencia artificial?